Llamé a tantas puertas buscando la suya, que mi esperanza estaba a punto de desaparecer.
Toqué ya sin insistencia, con mis nudillos doloridos, endurecidos, y con callos como señales de aquella ardua búsqueda.
Se abrió lentamente aquella vieja puerta, sus bisagras también cansadas me recibían sin prisa alguna.
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