Intentaba siempre coser lo roto, lo descosido.
Llegó un punto en el que lo importante era tan sólo unir sus extremos,
sin importar siquiera si eran estos afines.
Incluso obviaba los tonos del hilo y la resistencia de este.
La importancia, a su modo de verlo, radicaba en la rapidez con que se hiciera.
A la larga, e incluso a corto plazo, la tela no podría con más,
rompiéndose entonces las costuras, desbaratándose el hilo.
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